Asisto atónito al descarrilamiento de una vida que, un día, me fue íntima.
Asisto incrédulo a la sublimación de un amor mal entendido, a la estupidez llevada hasta sus más feroces consecuencias.
Asisto, digo, pues así es; no puedo hacer nada salvo avisar, advertir de la oscuridad que ha de envolverla, de unos días sombríos que la atraparán para siempre.
Asisto atónito a su silencio atronador, y sé que no hará caso a mis prevenciones, porque ya me convirtió en villano, y lo que ya nunca sabrá, es cuán frecuente el héroe es villano y el villano héroe.
Pasan los días y el peso del tiempo, como el paso, me hacen contemplar, aturdido, la obstinación en procurarse un sino tan infausto como innecesario.
¿Esa fue tu mejor elección?
Eres imbécil. Y tus elecciones confirman lo que siempre sospeché. O tal vez lo supe, y de ahí nuestro final.